miércoles, 27 de mayo de 2009

"La condición de la realidad"

 El mundo que tú percibes no pudo haber sido creado
 por el Padre, pues el mundo no es tal como tú lo ves. 
Por lo tanto, tiene que haber otro mundo que no 
estás viendo. Dios creó única­mente lo eterno,
 y todo lo que tú ves es perecedero.
Los pensamientos amorosos que tu mente per­cibe
 en este mundo constituyen la única realidad de éste.  
Mas son eternos porque son amorosos.  
Y al ser amorosos son semejantes al Padre, y, 
por lo tanto, no pueden morir.
El mundo Real ciertamente se puede percibir. 
Lo único que ello requiere es que estés dispuesto a no 
percibir nada más. Pues si percibes tanto el bien como el mal, 
estarás aceptando lo falso y lo verdadero, y no estarás distinguiendo 
claramente entre ellos.

Creer que puedes percibir el mundo real es creer que
 puedes conocerte a ti mismo.
 
De todo lo que has fabricado, el mundo real es lo único que el 
Espíritu Santo ha conservado para ti, y la 
salva­ción consiste en percibir únicamente eso, ya que es el reconoci­miento 
de que la realidad es únicamente lo que es verdad.

"No busques fuera de ti mismo"


No busques fuera de ti mismo. 
Pues será en vano y llorarás cada vez que un ídolo 
se desmorone. El Cielo no se puede encon­trar donde no está, 
ni es posible hallar paz en ningún otro lugar excepto en él. 
Ninguno de los ídolos qué veneras cuando llamas a Dios te contestará en Su lugar.
 Ninguna otra respuesta que
 pue­das utilizar como sustituto te proporcionará la felicidad
 que sólo Su respuesta brinda. 
No busques fuera de ti mismo. 
Pues todo tu dolor procede simplemente de buscar en vano
 lo que deseas, y de insistir que sabes dónde encontrarlo. 
¿Y qué pasaría si no estu­viese allí? 
¿Preferirías tener razón a ser feliz? 
Alégrate de que se te diga dónde reside la felicidad, y no 
la sigas buscando por más tiempo en ningún otro lugar,
 pues buscarás en vano. 
Mas se te ha concedido conocer la verdad, y saber que no la debes buscar fuera de ti mismo.