miércoles, 17 de octubre de 2012
Expiación sin sacrificio - Un Curso de Milagros
Hay otro
punto que debe quedar perfectamente claro antes de que pueda desaparecer
cualquier residuo de temor que aún esté asociado con los milagros. La
crucifixión no estableció la Expiación; fue la resurrección la que lo hizo.
Son muchos los cristianos sinceros que no han entendido esto correctamente. Nadie
que esté libre de la creencia en la escasez podría cometer tal equivocación. Si
se examina la crucifixión desde un punto de vista invertido, parece como si
Dios hubiese permitido, e incluso fomentado, el que uno de Sus Hijos sufriese
por ser bueno. Esta desafortunada interpretación, que surgió como
resultado de la proyección, ha llevado a muchas personas a vivir sumamente
atemorizadas de Dios. Tales conceptos anti-religiosos se infiltran
en muchas religiones. El auténtico cristiano, sin embargo, debería
hacer una pausa y preguntarse: "¿Cómo iba a ser posible esto? ¿Cómo
iba a ser posible que Dios Mismo fuese capaz de albergar el tipo de pensamiento
que Sus Propias palabras han señalado claramente que es indigno de Su
Hijo?"
La mejor defensa, como
de costumbre, consiste en no atacar la posición de otro, sino más bien en
proteger la verdad. No es muestra de gran sensatez aceptar un
concepto si para justificarlo tienes que invertir todo un marco de referencia.
Este procedimiento es doloroso en sus aplicaciones menores, y
verdaderamente trágico en una escala mayor. Con frecuencia la
persecución termina siendo un intento de "justificar" la terrible y
errónea percepción de que Dios Mismo persiguió a Su Propio Hijo en nombre de
la salvación. Ni siquiera las mismas palabras tienen sentido. Superar
esto ha sido sumamente difícil, pues si bien este error no es más difícil de
corregir que cualquier otro, son muchos los que no han estado dispuestos a abandonarlo
en vista de su eminente valor como defensa. Un ejemplo menos
dramático es el del padre que dice: "Esto me duele a mí más que a
ti", y se siente exonerado al darle una paliza a su hijo. ¿Crees
que nuestro Padre piensa realmente así? Es tan esencial eliminar
cualquier pensamiento de este tipo que debemos asegurarnos de que nada
semejante permanezca en tu mente. Yo no fui "castigado"
porque tú fueses malo. La lección completamente benévola que la
Expiación enseña se echa a perder si se mancilla con cualquiera de las formas
en que esta clase de distorsión se manifiesta.
La
afirmación: "Mía es la venganza, dice el Señor" es una percepción
falsa mediante la cual uno le atribuye a Dios su propio pasado
"malvado". Ese pasado "malvado" no tiene nada
que ver con Dios. Él no lo creó, ni tampoco lo sustenta. Dios
no cree en el castigo. Su Mente no crea de esa manera. Dios
no tiene nada contra ti por razón de tus "malas" acciones. ¿Cómo
sería posible entonces que me hubiese acusado a mí por ellas? Asegúrate
de que reconoces cuán absolutamente imposible es esta suposición, y también de
que procede enteramente de la proyección. Este tipo de error es
responsable de una multitud de errores similares, incluyendo la creencia de que
Dios rechazó a Adán y lo expulsó del jardín del Edén. Quizá por
eso piensas a veces que no te estoy guiando bien. He tomado las
máximas precauciones para usar palabras que sean casi imposible de
distorsionar, pero siempre es posible tergiversar los símbolos si así se desea.
El
sacrificio es una noción que Dios desconoce por completo. Procede
únicamente del miedo, y los que tienen miedo pueden ser crueles. Cualquier
forma de sacrificio es una violación de mi exhortación de que debes ser
misericordioso al igual como nuestro Padre en el Cielo lo es. A
muchos cristianos les ha resultado difícil darse cuenta de que esto les atañe a
ellos. Los buenos maestros nunca aterrorizan a sus estudiantes. Aterrorizar
es atacar, y como resultado de ello se produce un rechazo de lo que el maestro
ofrece, malográndose así el aprendizaje.
Se me ha
llamado correctamente "el cordero de Dios que quita los pecados del
mundo", mas quienes representan al cordero manchado de sangre no
entienden el significado del símbolo. Si se entiende correctamente,
es un símbolo muy simple que habla de mi inocencia. El león y el
cordero tendidos el uno junto al otro simbolizan que la fuerza y la inocencia
no están en conflicto, sino que viven naturalmente en paz. "Bienaventurados
los puros de corazón porque ellos verán a Dios" es otra forma de decir lo
mismo. Una mente pura conoce la verdad y en eso radica su fuerza. No
confunde la destrucción con la inocencia porque asocia la inocencia con la
fuerza y no con la debilidad.
La inocencia
es incapaz de sacrificar nada porque la mente inocente dispone de todo y sólo
se esfuerza por proteger su plenitud. No puede proyectar. Tan
sólo puede honrar a otras mentes porque honrar a otros es el saludo natural de
los verdaderamente amados hacia los que son como ellos. El cordero
"quita los pecados del mundo" en el sentido de que el estado de
inocencia, o gracia, es uno en que el significado de la Expiación es perfectamente
obvio. La Expiación carece por completo de ambigüedad. Es
perfectamente inequívoca porque existe en la luz. Únicamente los
intentos de ocultarla en las tinieblas han hecho que sea inaccesible para
aquellos que eligen no ver.
La
Expiación de por sí sólo irradia verdad. Es, por lo tanto, el
epítome de la mansedumbre y derrama únicamente bendiciones. No
podría hacer eso si procediese de cualquier otra fuente que no fuese la
perfecta inocencia. La inocencia es sabiduría porque no tiene
conciencia del mal; y el mal no existe. No obstante, es perfectamente
consciente de todo lo que es verdad. La resurrección demostró que
nada puede destruir a la verdad. El bien puede resistir cualquier
clase de mal, al igual que la luz disipa cualquier clase de oscuridad. La
Expiación es, por lo tanto, la lección perfecta. Es la demostración
concluyente de que todas las demás lecciones que enseñé son ciertas. Si
puedes aceptar esta generalización ahora, no tendrás necesidad de aprender
muchas otras lecciones de menor importancia. Basta con que creas
esto para que te liberes de todos tus errores.
La
inocencia de Dios es el verdadero estado mental de Su Hijo. En ese
estado tu mente conoce a Dios, pues Dios no es algo simbólico; Dios es un
Hecho. Cuando conoces a Su Hijo tal como es, te das cuenta de que
la Expiación, y no el sacrificio, es la única ofrenda apropiada para el altar
de Dios, en el que sólo la perfección tiene cabida. El
entendimiento de los inocentes es la verdad. Por eso es por lo que
sus altares son verdaderamente radiantes.
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