cadenas, hambrientos y demacrados, débiles
y exhaustos, con los ojos aclimatados a la oscuridad
desde hace tanto tiempo que ni siquiera
recuerdan la luz, no se ponen a saltar de alegría en el
instante en que se les pone en libertad.
Tardan algún tiempo en comprender lo que es la libertad.
Andabas a tientas en el polvo y encontraste
la mano de tu hermano, indeciso de si soltarla o bien
asirte a la vida por tanto tiempo olvidada.
Agárrate aún con más fuerza y levanta la vista para
que puedas contemplar a tu fuerte compañero,
en quien reside el significado de tu libertad.
Él parecía estar crucificado a tu lado.
Sin embargo, su santidad ha permanecido intacta y
perfecta, y, con él a tu lado, este día entrarás en
el Paraíso y conocerás la paz de Dios.
Eso es lo que mi voluntad dispone para ti y para tu
hermano, y para cada uno de vosotros con
respecto al otro y con respecto a sí mismo.
Ahí sólo se puede encontrar santidad y unión sin límites.
Pues ¿qué es el Cielo sino unión, directa y perfecta,
y sin el velo del temor sobre ella?
Ahí somos uno, y ahí nos contemplamos a nosotros
mismos, y el uno al otro, con perfecta dulzura.
Ahí no es posible ningún pensamiento de
separación entre nosotros.
Tú que eras un prisionero en la separación eres
ahora libre en el Paraíso.
Y allí me uniré a ti, que eres mi amigo, mi hermano
y mi propio Ser.
El regalo que le has hecho a tu hermano me ha dado
la certeza de que pronto nos uniremos.
Comparte, pues, esta fe conmigo, y no dudes de que
está justificada.
En el amor perfecto no hay cabida para el miedo
porque el amor perfecto no conoce el pecado
y sólo puede ver a los demás como se ve a sí mismo.
Si mira dentro de sí mismo con caridad,
¿qué podría inspirarle temor afuera?
Los inocentes ven seguridad, y los puros de corazón
ven a Dios en Su Hijo y apelan al Hijo para que él
los guíe al Padre.
¿Y a qué otro lugar querrían ir,
sino allí donde anhelan estar?
Tú y tu hermano os conduciréis el uno al otro hasta
el Padre tan irremediablemente como que Dios
creó santo a Su Hijo y así lo conservó.
En tu hermano se encuentra la luz de la eterna
promesa de inmortalidad que Dios te hizo.
No veas pecado en él, y el miedo no podrá
apoderarse de ti.
Un Curso de Milagros
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