jueves, 29 de enero de 2009

"El encuentro Santo"

Gloria a Dios en las alturas, y tambien a ti porque así lo ha dispuesto Su Voluntad. Pide y se te dará, pues ya se te ha dado.

Pide Luz y aprende que eres Luz. Si quieres tener entendimiento e iluminación aprenderás que eres Luz, ya que tu decisión de aprender esto es la decisión de querer escuchar al Maestro que sabe de Luz, y que, por lo tanto, puede enseñarte lo que ésta es. No hay límites en lo que puedes aprender porque tu mente no tiene límites. Las enseñanzas del Espíritu Santo no tienen límites porque Él fue creado para enseñar.

El Espíritu Santo sabe como enseñar esto, pero tú no. Ésa es la razón por la que lo necesitas, y por la que Dios te lo dio. Únicamente Sus enseñanzas pueden liberar a tu voluntad para que se incorpore a la de Dios, úniendola a Su poder y gloria y estableciendo a éstos como tuyos.

Cuando te encuentras con alguien, recuerda que se trata de un encuentro santo. Tal como lo consideres a él, así te considerarás a ti mismo. Tal como lo trates, así te tratarás a ti mismo. Tal como pienses de él, así pensarás de ti mismo. Nunca te olvides de esto, pues en tus semejantes o bien te encuentras a ti mismo o bien te pierdes a ti mismo. Cada vez que dos Hijos de Dios se encuen­tran, se les proporciona una nueva oportunidad para salvarse. No dejes de darle la salvación a nadie, para que así la puedas recibir tú.
Siempre que estás con alguien, tienes una oportunidad más para encontrar tu poder y tu gloria.
El ego trata de encontrarlos únicamente en ti porque no sabe dónde buscar. El Espíritu Santo te enseña que si buscas únicamente en ti no te podrás encontrar a ti mismo porque tú no eres un ente separado. Siempre que estás con un hermano, estás aprendiendo lo que eres porque estás enseñando lo que eres. Tu hermano reaccionará con dolor o con alegría, dependiendo del maestro que tú estés siguiendo. Será aprisionado o liberado de acuerdo con tu decisión, al igual que tú. Nunca olvides la res­ponsabilidad que tienes hacia él, ya que es la misma responsabili­dad. que tienes hacia ti mismo. Concédele el lugar que le corresponde en el Reino y tú ocuparás el tuyo.

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