martes, 27 de enero de 2009

¿Qué es la resurrección?


La resurrección, dicho llanamente, es la superación de la muerte o el triunfo sobre ella. Es un redespertar o renacimiento; un cambio de parecer con respecto al significado del mundo. Es la aceptación de la interpretación del Espíritu Santo con respecto al propósito del mundo; la aceptación de la Expiación en uno mismo. Es el fin de los sueños de aflicción y la jubilosa conciencia del sueño final del Espíritu Santo. Es el reconocimiento de los dones de Dios. Es el sueño en el que el cuerpo opera perfectamente al no tener otra función que la de ser un medio de comunicación. Es la lección con la que concluye el aprendizaje, pues con ella se consuma y se transciende. Es la invitación a que Dios dé el paso final. Es el abandono de cualquier otro propósito, cualquier otro interés, cualquier otro deseo o cualquier otro empeño.
La resurrección, al ser la afirmación de la vida, es la negación de la muerte. De esta manera, la forma de pensar del mundo se invierte por completo. Ahora se reconoce que la vida es la salvación, y cualquier clase de dolor o aflicción se percibe como el infierno. Ya no se le teme al amor, sino que se le da jubilosamente la bienvenida. Los ídolos han desaparecido y el recuerdo de Dios brilla en el mundo sin ninguna obstrucción. Se ve la faz de Cristo en toda cosa viviente, y no se mantiene nada en la oscuridad, excluido de la luz del perdón. Ya no quedan pesares sobre la tierra. El júbilo del Cielo ha descendido sobre ella.
La visión ha sido totalmente corregida y todos los errores han sido deshechos. El ataque no tiene sentido y la paz ha llegado. Los pensamientos se dirigen hacia el Cielo y se apartan de la oscuridad. Todo anhelo queda satisfecho, pues, ¿qué queda ahora que no tenga respuesta o que esté incompleto? La última ilusión se extiende sobre el mundo, perdonándolo todo y sustituyendo todo ataque. Se ha logrado la inversión total. No queda nada que contradiga la Palabra de Dios. No hay nada que se oponga a la verdad. Y ahora, por fin, la verdad puede llegar. ¡Vendra cuan pronto se la invite a entrar!
Todos los corazones palpitantes se encuentran tranquilos y llenos de gran expectación porque la hora de lo eterno está por llegar. La muerte no existe. El Hijo de Dios es libre. Y en su libertad radica el fin del miedo. Ya no quedan en la tierra lugares ocultos que puedan dar refugio a ilusiones enfermizas, a sueños de temor o a percepciones falsas del universo. Todas las cosas se ven en la luz, y en la luz se transforma y se comprende su propósito. Y nosotros, los Hijos de Dios, nos levantamos del polvo y contemplamos nuestra perfecta impecabilidad. El canto del Cielo se escucha por todo el mundo, a medida que éste es elevado y conducido a la verdad.
Ahora no hay distinciones. Las diferencias han desaparecido y el Amor se contempla a Sí Mismo. ¿Qué necesidad hay ahora de otro panorama? Ya hemos visto la faz de Cristo, Su impecabilidad y Su Amor tras toda forma y más allá de todo propósito. ¡Somos santos porque Su santidad en verdad nos ha liberado! Y aceptamos Su santidad como nuestra, como en efecto lo es. Y seremos eternamente tal como Dios nos creó, y lo único que deseamos es que Su Voluntad sea la nuestra. Las fantasías de otra voluntad separada desaparecen, pues hemos encontrado unidad de propósito. Éstas son las cosas que nos aguardan a todos.


Mientras quede una sola mente poseída por sueños de maldad, el pensamiento del infierno será real.
Los que han resucitado de la muerte, tienen como meta despertar las mentes de aquellos que duermen y ver la visión de la faz de Cristo ocupar el lugar de lo que ellas sueñan. Los pensamientos de miedo serán reemplazados por bendiciones. Se abandonan los juicios y se le entregan a Dios. Y en Su juicio final se restaura la verdad del santo Hijo de Dios. Él ha sido redimido, pues ha escuchado la Palabra de Dios y ha comprendido su significado. Es libre porque ha permitido que la Voz de Dios proclame la verdad. Y todos aquellos a quienes antes pensó crucificar resucitan ahora con él, a su lado, según se prepara con ellos para encontrarse con su Dios.

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