ni de escuchar mis palabras.
No os pido nada, excepto vuestra propia liberación.
El infierno no tiene cabida en un mundo cuya hermosura puede todavía llegar a ser tan deslumbrante y abarcadora que sólo un paso la separa del Cielo.
Traigo a vuestros cansados ojos una visión de un mundo diferente, tan nuevo, depurado y fresco que os olvidaréis de todo el dolor y miseria que una vez visteis.
Mas tenéis que compartir esta visión con todo aquel que veáis, pues, de lo contrario, no la contemplaréis.
Dar este regalo es la manera de hacerlo vuestro.
Y Dios ordenó, con amorosa bondad, que lo fuese.
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