domingo, 9 de agosto de 2009

Nadie es profeta en su tierra



Funcionamos por la vida juz­gando por prejuicios. Como consecuen­cia de ellos, si conocemos a una persona sólo por sus hábitos, cuando esa persona cambia, lo notarán sólo las personas despiertas o los que acaben de conocerla, pues para los otros si­gue fijada a sus hábitos, que son lo que recuerdan.
Por ello, nadie es profeta en su tie­rra ni entre su familia, por regla gene­ral. Porque allí prevalecen los datos anecdóticos, las apariencias, y la per­sona queda apegada a esos recuerdos para sus convecinos o familiares. De Je­sús dijeron sus paisanos: "¿No era éste el hijo del carpintero?" Y Natanael, an­tes de conocer a Jesús, dice: "¿De Ga­lilea puede salir algo bueno?"
Nos movemos a base de prejuicios, de recuerdos y tópicos. Es peligroso vivir de la memoria, del pasado. Sólo el presente está vivo, y todo lo pasado está muerto, no tiene vigencia. Incluso el futuro no existe. Sólo hay vida en el presente, y vivir en el presente supone dejar los recuerdos, como algo muerto, y vivir las personas y los acontecimien­tos como algo nuevo, recién estrenado, abierto a la sorpresa que cada momento te puede descubrir. Es el ahora el que importa, porque ahora es la vida, ahora todo es posible, ahora es la realidad.

Extraido del libro Autoliberación Interior de Anthony de Mello

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